Trabajar con los métodos tradicionales no era determinante para el negocio, ya que la entrega del producto final al cliente se demoraba durante muchos meses o incluso años. En aquel entonces, el producto era «instalado» y el cliente lo descargaba e instalaba en su propio sistema. En algunos casos, nuestros protagonistas tenían que ir físicamente al lugar del cliente para hacer la instalación. Además, el software que se vendía solo se actualizaba una vez al año.
Sin embargo, con el paso del tiempo llegó la era del «cloud» o la «nube», donde las aplicaciones se instalaban en un único centro de procesamiento de datos del proveedor y daban servicio a todos los clientes desde una sola instalación. Esto supuso una serie de cambios significativos, como la posibilidad de añadir nuevas funcionalidades prácticamente al instante, algo que antes era imposible debido a la complejidad de los procesos de instalación.
La combinación de cloud computing con la gestión ágil y una sólida base técnica permitió a las empresas de software añadir nuevas funcionalidades de manera mucho más rápida y experimentar con diferentes opciones. Incluso los clientes podían participar en la creación de nuevas funcionalidades y sugerir cambios en tiempo real. Además, el modelo cloud ha generado una competencia más intensa entre las empresas de software en el mismo sector.